sábado, 19 de marzo de 2011

Hola, Madre

  Hola, Madre

 

  Hola, madre: Sí, digo madre, porque Recordarás que jamás de los jamases, ninguno de tus muchos hijos te llamamos mamá, mama, mamaíta ni cosas similares. Dentro de un mes, más o menos, se cumplirán cuatro años de que un cáncer en "semejante sitio" (aquel por donde nos trajeras a este mundo) en poco menos de cuatro meses te transportara así, por arte de magia –supongo-, a reunirte con tus seres queridos y el padre que, de la manera soñada por cualquier mortal, nos avandonara allá por el 2002, el día antes de poder contemplar por la tele el primero de los encierros de San Fermín que tanto le gustaban, y sin que el hombre bueno, honesto y de pocas y justas palabras (¡cuánto me quería y cuánto le quería!) hubiera asimilado el cambio de pesetas a euros: total, para lo que habría de servirle.

  Tiempo habrá de avivar estos rescolditos y ver reflejados en sus coloradas ascuas recuerdos y más recuerdos de aquellos añorados tiempos de mi infancia. Pero hoy, no sé si por aquello de que días atrás el cielo se empeñó en tocar el tambor, arrastrar y hacer chocar a lo bestia las nubes o que San Pedro decidiera cambiar los muebles de sitio para que Dios creyera estar en el séptimo cielo, el asunto es que te vi en el portal de casa un verano en el que las nubes se apelotonaban sobre el pueblo amenazando soltar una pedregada de padre y muy señor mío. Encendías, no sé qué velas, que según tú ahuyentaban las tormentas, pedías, yendo de acá para allá,  la intercesión de la Virgen, de Jesucristo, de la Procesión Divina para que se alejaran y permitieran que la cosecha siguiera su curso sin contratiempos, hasta que estuviera bajo techo y a buen recaudo. Ahora, que te encuentras allá arriba o, donde sea, ¿no te ríes de las tonterías que hacemos por aquí abajo? ¿Te acuerdas de tu sentido práctico de la vida en relación con el mismísimo Dios? Yo me río a carcajadas cuando recuerdo que le ofrecías a la Virgen de la Soledad, a San Roque, a San Andrés, a Dios Padre, Dios Hijo o Dios Espíritu Santo ponerles una vela si no se moría ningún cochino, si la vaca paría con bien, si el ternero o ternera se vendían en su justo precio o si la cosecha era buena y la veías recogidita en casa. Sin embargo, tú, siempre mirando por la economía familiar, si no te concedían lo pedido, ni vela ni ocho cuartos por muy corte celestial en la que estuvieran. 

  ¿Te acuerdas de aquellos días de invierno (concretamente un invierno en el que estuvimos sin luz un montón de días porque las lluvias (casi el diluvio universal) habían jodido el tendido eléctrico y tuvimos que iluminarnos con candiles? Y, a propósito, ¿te acuerdas de aquella adivinanza que nos ponías: Un hombre colgado en una pared, con la cola tiesa y sin valerse tener? ¡Dios!, qué buena conversadora eras, porque concedías mucha importancia a lo que tu interlocutor te explicaba. Y, otra cosa; si hubieras nacido más tarde, estoy seguro de que hubieras sido una excelente Cuentacuentos. Mis hermanos y yo (tus hijos) aquellos días invernales exprimimos al máximo tu desbordante imaginación y tu capacidad trasmisora de chascarrillos, historietas populares y sucesos de tu pueblo, del nuestro y de ¿sabe Dios dónde!.

  Precisamente hoy, quiero compartir con esos navegantes del ciberespacio un par de esas cosillas que nos transmitías, repetidas veces, en torno al amor de la lumbre o sentados alrededor de aquella mesa-camilla con el brasero alimentado con cisco elaborado por el padre y removido, de tanto en tanto, con la badila.

  Una de ellas consistía en, utilizando todas las cartas de la baraja española, relatar una especie de historia un tanto incoherente, pero que nos hacía mucha gracia. Hela aquí con los posibles errores propios de la transmisión oral:

           Un rey poderoso y africano (rey de oros), venía con su esposa (sota de oros) de la mano. Tenía un hijo muy jugador que era el gran caballero de los oros (caballo de oros). Se jugó siete (7 de oros), se jugó seis (6 de oros), se jugó tres (3 de oros) que son dieciséis.

  Me fui por el mundo y me encontré con el gran caballero de las copas (caballo de copas). Le pregunté:

  -¿Qué oficio tiene usted?

  -Fregonero.

  -Tiene que fregar algo?

  -Voy a preguntárselo a mi señor (rey de copas) y a mi señora (sota de copas): siete cazuelas (7 de copas), seis cazuelos (6 de copas), cinco platos (5 de copas), cuatro sartenes (4 de copas), tres cacerolas (3 de copas), dos "corbeteras" o coberteras (2 de copas) y un almirez grande (as de copas).

  -¿Cuánto es su trabajo?

  -Una onza de oro (as de oros).

  Me fui por el mundo, me encontré con la tía de las espadas (sota de espadas). Como son palabras tan excusadas, vengo de espadas: siete irlandesas (7 de espadas), seis portuguesas (6 de espadas), cinco italianas (5 de espadas), cuatro francesas (4 de espadas), tres "aldeanas" o alemanas (3 de espadas) que son las más largas.

  -¿Cuánto es su trabajo?

  -Dos onzas de oro (2 de oros).

  Me fui por el mundo, me encontré con el gran caballero de los bastos (caballo de bastos). Le pregunté:

  -¿Qué oficio tiene usted.

  -Arrancapinos. Arranqué uno (as de bastos) con todo su ramaje; en el tronco había una serpiente; saqué mi espada (as de espadas) y la maté. Arranqué siete (7 de bastos), arranqué seis (6 de bastos), arranqué cinco (5 de bastos), arranqué cuatro (4 de bastos), arranqué tres (3 de bastos) que estaban amarrados.

  -¿Cuánto es su trabajo?

  -Cuatro ochentines (4 de oros). Que no los quiero. Que son malos. Que doy parte al gobernador (rey de bastos). Que viene el Gobernador, que viene el verdugo (sota de bastos), que viene la horca (2 de espadas), que viene la escalera (2 de bastos), que viene el gran caballero de las espadas (caballo de espadas), que dice: "Paz". "¿Quién lo ha mandado"? "Su rey majestad (rey de espadas). Y cinco hermanitos de la caridad" (5 de oros).

  La otra, un poema encadenado, también con los posibles errores propios de la transmisión oral (creo que falta algún verso) aquí está para disfrute o indiferencia de quien se asome a este blog:

  El que se muere, se muere;

y al que se muere, lo entierran.

Lo entierran en los morgones;

del morgón sale la cepa;

de la cepa sale el vino;

vino que a mí me consuela.

Suela es la del zapato;

zapato que es de vaqueta;

vaqueta que no es badana;

badana pa forro es buena;

buena es la buena memoria,

de quien de memoria se acuerda.

Cuerda es la de san Francisco;

san Francisco que no es Esteban;

Esteban fue mártir santo,

y a este santo se le reza.

Rezan los curas maitines;

maitines que no es completa;

completa es la artimaña;

la artimaña es la que urde;

urde el tejedor la tela.

Tela es la del cedazo;

cedazo que harina cuela;

cuela la mujer que es limpia,

y la que no, es puerca.

Las puercas paren lechones;

los lechones comen hierba;

la hierba se cría entre el trigo;

el trigo seco se siega;

siega el que no ve nada,

y el que no ve nada, siega.

Entra en la iglesia el cristiano,

cristiano que no reniega;

los que reniegan son los moros,

aquellos que están en Ceuta.

Ceuta es un puerto de mar,

donde el pescado se pesca;

pesca el que tiene maña,

y el que tiene maña, pesca;

y el que nace sin cabeza,

no necesita montera.

 

 

 

 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Curiosas, Carlos, esas dos cosillas transmitidas por tu madre.

Anónimo dijo...

Me resultan enternecedoras esas experiencias vividas por ti. Sigue compartiéndolas.

Spock dijo...

Fa`ntástico, como siempre, este post. Magníficamente escrito, lleno de ternura e ironía. Un verdadero placer leerte.

Pedro Pérez dijo...

Hola Carlos. Casualmente andaba por estos ciberespacios y se me ocurrió buscar "las puercas paren lechones, los lechones comen hierba"...y apareció tu blog.
Vivo en Tenerife, pero mi familia procede de la isla de La Palma.
Cuando era pequeño mi abuelo Vicente me transmitió el romance de la baraja y el sentencioso, como bien dices con algunas diferencias por transmisión oral. Quiero expresar mi alegría al reencontrarlos, fue un verdadero placer el leerlos.