martes, 14 de diciembre de 2010

Un regalo en el día de mi santo

  Un regalo en el día de mi santo

 

El día 4 de noviembre, festividad de San Carlos Borromeo, envié a algunas de las listas de correo a las que estoy suscrito, un mensaje, si no igual, casi, al que figura a continuación y que aquí incluyo por si algún incauto navegante  : del ciberespacio arriba a esta costa y quiere pescar algo de lo que por ella se ofrece. 

 

Se acerca el 20 de noviembre. Para conmemorar con toda pompa, boato y gran lujo cultural tal fecha en la que reinó una extraordinaria alegría y a la vez mucho temor y enorme expectación dentro y alrededores de muchos de los españoles de 1975 por haber iniciado el viaje al "pacífico" el fresco general procedente del noroeste de la península que presidía toda España, tengo el placer y el gusto de ofreceros un estupendo regalo, consistente en un lote de ocho libritos absolutamente descatalogados (sin ilustraciones, claro), uno transcrito y el resto escaneados por un servilleta. Pero antes, os ruego muy humildemente que me oigáis, leáis o como deseéis denominarlo.

Algunos de vosotros no ignoráis que soy de un pueblecito de la provincia de Soria llamado Herreros en el que pernoctara durante una sola noche en 1901 el insigne escritor español Pío Baroja y de la que dejó constancia escrita. Pues bien, en este pueblo en el que apenas quedan cuatro gatos, un par de perros (ladradores pero poco mordedores) dos cabras locas, cuatro vacas cuerdas, tres tristes ovejas modorras y algún que otro viejecico o viejecica deambulando por sus calles en busca de sus recuerdos, había hace muchos años dos escuelas: la de las chicas y la de los chicos con su correspondiente maestra y maestro. Posteriormente, tal cual sucediera con algunas peluquerías, se convirtieron en unisex, de manera que a partir de ese momento existió una sola para la educación de niños y niñas y que fue el edificio de la escuela de chicas, el cual habíase construido en 1927, y que hoy día ha sido transformado en un verdadero centro cultural: el bar del pueblo.

Los dos cursos y pico que asistí a la escuela, allá en la década de los 50, lo hice, como era lógico, a la de los chicos. Cuando me fundieron los plomos, tras unos meses de luchar por la vida, me afiliaron a la ONCE, y siguiendo mis padres las recomendaciones hechas por sabe Dios quién en aquel entonces, me internaron en el colegio Santiago Apóstol de Pontevedra que la citada Entidad tenía en esa maravillosa tierra gallega.

  Cada verano, al regresar a mi querido Herreros, como iba antes de que acabara allí el curso (que era el 15 de julio) a fin de que pudiera estar con los demás chicos del pueblo, el maestro, don Eugenio, me permitía asistir a la escuela y no de forma pasiva.

No recuerdo cuándo fue la primera vez, pero el caso es que le pedí a uno de mis hermanos que sacara alguno de los libros de lectura de la escuela y me los fuera leyendo en casa.

Tampoco recuerdo  cuándo y por qué decidimos no devolverlos, o sea, que los mangamos así por las buenas: supongo que ya habrá prescrito el delito.

Al cabo de muchos años, aprovechando este formidable invento de las nuevas tecnologías, empecé, primero a transcribir al Braille Hablado con la imprescindible colaboración de unos ojos (los de mi mujer, y después a escanear, con muchísima dificultad por encontrarse bastante deteriorados, alguno de esos ocho libritos "cambiados de sitio" con premeditación, alevosía y diurnidad y que envié a la biblioteca de Tiflolibros. Hace unos días me dio por intentar el escaneo de los que quedaban. Y éstos son los ocho libros que pongo a vuestra disposición, en el bien entendido de que serán facilitados por riguroso orden de previa solicitud:

1. El libro de las maravillas (no consta autor).

2. El lobero de Las Hurdes ( de Juan Piedrahíta).

3. Cuentos de aldea. La caza de la loba (de Juan Piedrahíta).

4. Gaviotas (de Hijos de Santiago Rodríguez).

5. Símbolos de España (no figura autor).

6. Héroes (de Antonio J. Onieva).

7. Lecturas de oro (de Ezequiel Solana).

8. La perla numantina (de victoriano Sanz Valdecantos).

¿Cuál es el interés? Vosotros, los que los solicitéis, lo comprobaréis. Yo lo único que he intentado es, conjugando Historia y cuento, recuperar algunos recuerdos de ese baúl que todos tenemos más o menos escondido y asombrarme, sonreír y reírme, en ocasiones, abiertamente mientras los leía y releía, y ponerlos a vuestra disposición. Son libritos que nos transportan a la educación que se llevaba a cabo en las escuelas rurales de este país denominado España durante un buen puñado de los difíciles años de la posguerra.

Creo que para actuales y jóvenes maestros y, por qué no, para los psicólogos o psicopedagogos, podrían resultarles curiosos e incluso hasta interesantes; aunque los problemas presentes son tantos y tan diversos que a lo peor no hay tiempo para perderlo en semejantes pijadas, excepto para esta jarcia de prejubilatas o jubilatas nostálgicos de aquellos difíciles años de su infancia y adolescencia que gozan de horas y horas para recordar, reflexionar o meditar y... vivir, vivir y vivir; ¡pues sólo faltaba!

 

Saludos de vuestro Tito, hoy convertido en yayo Cebolleta el cual no tiene costumbre de celebrar el santo; por tanto, absteneos de felicitarme con tal motivo.