martes, 22 de marzo de 2011

Marijuana

 

 

 

  Marijuana

 

  Por fin, Marijuana, por fin a tus 56 años has descansado como lo han hecho tus familiares y amigos más próximos, tras esa enfermedad degenerativa que, desde hacía cinco o seis años venía castigando tu cuerpo hasta dejarlo absolutamente paralizado y haciendo casi imposible la comunicación contigo, mientras tu mente funcionaba con meridiana claridad.

  Ya ves qué casualidades tiene el destino. Resulta que separados tan sólo por un par de días vais a juntaros en el pequeño cementerio del pueblo dos de los más encarnizados enemigos, sobre todo durante los años en que te encontrabas en buenas condiciones físicas, por entender de muy distinta manera los asuntos del mismo y por dónde debería transcurrir su incierto futuro que, al igual que a vosotros, lo va llevando inexorablemente, si no a la desaparición, sí hacia la total despoblación.

  Como estos rescolditos pertenecen a la lumbre que se consumió en los primeros años de mi vida, no voy a escribir sobre tu increíble entereza durante la terrible enfermedad que has padecido, ni de que mis últimas palabras intercambiadas contigo fueron cuando me presentaste (con gran esfuerzo por tu parte, ya que casi no podías hablar) el año 2008 para que pronunciara, a solicitud tuya, el pregón de las fiestas patronales del pueblo del citado año. No, Marijuana; voy a explicarte algunos fotogramas descoloridos que tengo a punto aquí, en el proyector de mi memoria y en los que figuras tú:

  En uno de ellos apareces a tus 6 años bajando corriendo por las escaleras de la escuela de las chicas, claro, y dirigiéndote, con la maestra detrás de ti,  a tu casa, próxima a la misma, y llorando a moco tendido. No hay fotograma posterior; Sin embargo, aunque no puedo describirte el vestido que cubría tu cuerpo delgadito, sí puedo informarte de que tengo la fuerte impresión de que no me gustaba nada y de que el problema era familiar ya que doña Mari trataba de consolarte.

  En otro, veo a X (que conste que no era yo sino el del "palito dorao") arrinconarte no muy lejos de tu casa y darte dos achuchones o braguetazos. Te escabulliste y patas pa que os quiero hacia tu casa. Por lo acontecido días después, se lo debiste contar a tus padres pues, casualmente, en la pared de la casa de don Luis el Gordo que daba a la calle de Abajo, , vi a tu padre coger de las orejas a tu acosador y advertirle de que si volvía a molestarte, se iba a enterar.

  En el último fotograma aparecéis los cuatro, vamos la familia entera, un tanto dispersos en la calle donde se encontraba la fragua y el potro, auténtico monumento de interés cultural (y que alguien se quería cargar tiempo atrás) en el que tu padre, al que siempre veo con el cigarro colgando, herraba las vacas del pueblo y de algún otro de las cercanías.

   Y bien, Marijuana. Un día se murió tu madre, te sumaste a los chavetos de la diáspora (al igual que tu hermano), te llevaste a tu padre, murió éste y al cabo de unos cuantos años regresaste para después de algo más de un par de décadas abandonarnos definitivamente.

  Ya no te acordarás de él, pero en uno de estos rescolditos que voy avivando, escribí, probablemente cometiendo algún error, el poema que recitaste en tu primera comunión. Como pobre homenaje a lo positivo de tu trayectoria vital, lo vuelvo a transcribir. ¡Hasta siempre!

 

El primer ramo de flores

que a tus plantas deposito,

y en recompensa, Señora,

sólo dos cosas te pido:

la bendición de mis padres,

maestros y hermanitos

y un gramo de tu pureza

como tesoro divino.

¡Ah¡, se me olvidaba decirte

al oído un secretillo:

la más bella de las flores

guárdala para tu hijo...

quiero tenerlo contento:

¡somos tan buenos amigos¡...

 

 

 

 

1 comentario:

Spock dijo...

Esto debería acabar en libro. Cada artículo es un placer de un color diferente!